Hay relaciones que desde un principio pintan para ser exitosas y tener un final de cuento. Otras, sabemos que no nos llevarán a nada, pero no por eso hay que desecharlas, pues créanme, ¡a veces en verdad las necesitamos!
Pleno Providencia, yo mirando una vitrina del Drugstore, no necesitando nada de lo que veía, pero con la intención furiosa de querer comprar, lo que fuera (sé que también les ha pasado). De repente, veo pasar a mi ex Pendex, aquel sujeto varios años menor al que abandoné hace un par de meses.
Por mi mente se pasó rápidamente la película de estas semanas con cero acción amorosa y no lo pensé dos veces. Corrí a cruzarme en su camino, por su puesto, haciéndome la que no lo había visto. Y, ¡oh casualidad, chan! Nos encontramos frente a frente.
La cara de felicidad que puso al verme lo dijo todo. Yo traté de actuar más normal, aunque la verdad no sé si me resultó.
Frente a frente. Ese era el momento de decidir si quería retomar mi historia con él o no. Y pensé que claramente no estamos en la misma etapa de la vida, tenemos posturas distintas respecto de temas claves en todo ámbito y hay otro par de detalles insignificantes que no me gustan. Pero, si yo tengo claras las cosas y lo veo sólo como una relación pasajera, todas esas cosas no importan. Así que me decidí a actuar.
Empezamos a salir nuevamente y lo cierto es que todo va de maravilla. Dejé las inseguridades y dudas que había demostrado en la primera etapa de nuestra relación, y la verdad es que todo está distinto.
Ahora tengo todo demasiado claro, me siento full segura y todo es mucho mejor que antes. Esa es la clave para que una historia de este tipo funcione.
Sin dudas, una relación así no es mala. Él está bien, yo estoy bien, todo está bien. No digamos que es algo como para casarnos, para nada, pero es una grata espera.
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