La académica de la Facultad de Enfermería de la U. Andrés Bello, Teresa Cuevas, explicó cómo reaccionar frente a la caída de un niño a una piscina, tal como ya ha sucedido en esta temporada.
La universidad dijo que estos accidentes son la primera causa de muerte en niños de uno a cuatro años en Chile. La mayoría ocurre en verano, en lugares de recreación, playas, ríos, lagos o incluso en la propia casa.
La enfermera expresó que ante una caída a una piscina o en las playas, las personas pueden sufrir lo que se conoce como un semi-ahogamiento, inmersión que no origina la muerte, pero puede dar lugar a lesiones secundarias en el cerebro, el corazón y los riñones, producto de la falta de oxigenación a los tejidos durante el periodo que permanece sumergido.
Estas lesiones, añadió, también progresan por la aspiración de agua a los pulmones o también por un cierre de la vía aérea (laringoespasmo reflejo). En ambas situaciones, no llega aire a los tejidos provocando el daño reversible o permanente.
Explicó que el pronóstico de sobrevivencia libre de lesiones, está directamente relacionado con el inicio precoz de la resucitación efectuada en el mismo lugar del accidente.
“Es vital que las personas que participan en el rescate de víctimas por inmersión, como salvavidas o profesores de natación, posean un adecuado entrenamiento en las técnicas actuales de reanimación cardiopulmonar”, subrayó la académica.
Dijo que en el lugar del suceso quien realiza el rescate debe sacar al niño del agua y mientras realiza respiración artificial boca-boca, ponerlo en una superficie plana y rígida, y protegido por una toalla. Debe asegurarse también de que el lugar esté libre de peligros.
“Nunca abandonar al niño, dijo, mientras se lo coloca boca arriba, se debe gritar para pedir ayuda, así alguien puede llamar a un servicio de asistencia médica de urgencias (Samu 131). La primera y más importante acción es abrir la vía aérea, es decir, inclinar la cabeza y elevar el mentón, esto permitirá que entre el aire por la boca hacia los pulmones”, expresó.
Agregó que inmediatamente se debe iniciar el masaje cardiaco, con 30 compresiones torácicas, en el tercio inferior del esternón, hueso que se ubica en el centro del tórax, con una o dos manos, dependiendo del tamaño del niño.
“Es muy importante, expresó, que las compresiones sean fuertes y rápidas, como para alcanzar una frecuencia de 100 latidos por minutos, y tan profundas como para deprimir un tercio del diámetro antero-posterior del tórax. Esto ayudará al corazón a impulsar la sangre con la cantidad de oxígeno residual a los órganos vitales, siendo el más importante el cerebro”, dijo.
“Hay que continuar, añadió, con 2 respiraciones boca-boca, cerrando la nariz del niño para que el aire no se filtre, y en los niños pequeños, su boca debe cubrir la nariz y boca de éste, el aire necesario es el volumen de una respiración normal. Siga realizando la reanimación, es decir 30 compresiones torácicas y 2 respiraciones boca-boca, hasta que llegue personal médico entrenado. El realizar estas acciones sin interrupción se asocia positivamente con la supervivencia y menor probabilidad de secuelas en las víctimas”, expresó.
En el caso de encontrar al niño inmóvil en la piscina, siempre se debe asumir que puede tener una lesión a la columna. Por lo tanto, se debe inmovilizar el cuello con sus manos y solicitar a otra persona realizar la reanimación.
Advirtió que se debe secar y envolver el cuerpo del niño para evitar hipotermia.
Respecto a las prevenciones, dijo que los esfuerzos para evitar este tipo de accidentes, deben orientarse principalmente a la prevención primaria: evitar que el hecho se produzca.
Para ello, se deben tomar todas las medidas de control adecuado y contar con la supervisión de un adulto responsable. Se debe cumplir además con un conjunto de medidas como tener protecciones en las piscinas domésticas, independiente de su tamaño, que un adulto responsable vigile permanente la realización de actividades cerca de piscinas, balnearios, juegos con baldes o cubetas con agua; los niños deben usar durante las actividades acuáticas flotadores, tipo chalecos salvavidas.
Además, otra medida de protección es enseñar tempranamente a los niños a nadar. La edad recomendada por la Asociación Americana de Pediatras para que los niños comiencen su aprendizaje en la natación, es a partir de los cuatro o cinco años, siempre que no tengan ningún problema en su motricidad o de tipo cognitivo.
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