Si para verte más linda este verano quieres empezar una dieta para bajar esos kilitos de más, te recomendamos no saltarte la primera comida del día, pues un estudio del Imperial College de Londres detectó que aparte de ser perjudicial para la salud, hace que la persona al momento de comer se tiente más fácilmente con alimentos calóricos.
Comida es sinónimo de placer, eso lo sabemos. Sin embargo los días se han puesto más bonitos y calurosos, y lo más aterrador es que en poco tiempo llegará el verano y la obligación de mostrar más piel. Por eso en esta época del año, la mayoría de las mujeres comenzamos dietas -algunas estrictas, otras no tanto- para poder decirle adiós a esos kilitos que nos quitan el sueño.
Y en este afán de conseguir el “cuerpo perfecto”, a veces optamos por lo peor: No tomar desayuno para evitar consumir menos calorías.
¡Craso error! Esta es la peor fórmula de hacer que nuestro apetito disminuya y así lo demuestra un estudio hecho por el doctor Tony Goldstone y su equipo del Imperial College de Londres. Los científicos realizaron escáneres a 21 personas y detectaron que sus cerebros se veían más atraídos hacia los alimentos más calóricos cuando no tomaban desayuno y por lo mismo comían más durante la hora de almuerzo.
EL CEREBRO PREFIERE LAS “COSAS RICAS”
En esta investigación participaron 21 hombres y mujeres de peso normal, con un promedio de 25 años. En el experimento, a los participantes se les mostraron fotografías de alimentos ricos en calorías, mientras eran sometidos a una resonancia magnética.
Cuando eran examinados, estas personas tuvieron que calificar qué tan atractivos eran los alimentos, entre los que había chocolates, pizzas, vegetaless y pescados.
Para hacer esta distinción, uno de los días se le pidió a los voluntarios que no desayunaran antes del escáner. El segundo día, una hora antes de la resonancia, se les dio una colación de 750 calorías consistente en cereal, pan y mermelada. En tanto, los dos días después de los escáneres los voluntarios comieron un almuerzo en el que podían consumir todo lo que desearan.
Según los investigadores, saltarse el desayuno provocó que el cerebro de los participantes produjera una “predisposición” hacia los alimentos ricos en calorías.
Los resultados del estudio -que fueron presentados en la conferencia Neurociencia 2012 en Nueva Orleans, Estados Unidos- mostraron que cuando la persona no desayunaba el cerebro cambiaba la forma de cómo los sujetos respondían a los alimentos ricos en calorías, pero no a aquellos bajos en calorías.
Con esto se constató que la corteza orbitofrontal -región del cerebro que se cree está involucrada en la atracción a los alimentos- se volvía más activa cuando el estómago estaba vacío. Además, los individuos que no habían desayunado comieron un 20% más de calorías cuando se les ofreció el almuerzo al final del día.
AYUNO, EL PEOR ENEMIGO DE LAS DIETAS
Con este estudio se confirma que la idea que tenemos sobre la relación de las “dietas efectivas” y el “dejar de comer” es errada.
“Tanto en los escáneres de los participantes como en nuestras observaciones de cuánto comieron en el almuerzo, encontramos amplia evidencia de que el ayuno hace a la gente más hambrienta”, dice el doctor Goldstone.
“Y esto incrementa el atractivo de los alimentos ricos en calorías y la cantidad que la gente come (…) Esto tiene sentido desde el punto de vista evolutivo cuando la persona se encuentra en una situación negativa de balance de energía, por lo mismo, la persona no va a perder tiempo eligiendo una lechuga”, expresa el investigador.
A esto, el especialista agrega que “una razón por la que es tan difícil perder peso es porque se incrementa la atracción de los alimentos ricos en calorías”.
Por su parte, la doctora Catherine Hankey, profesora de nutrición de la Universidad de Glasgow, Escocia, comenta que la investigación muestra que el desayuno “calma el apetito” y asegura que esta comida está vinculada a los niveles estables de azúcar en la sangre, lo cual nos mantiene “disciplinados”.
En el futuro, el equipo del Imperial College de Londres planea investigar cómo la obesidad afecta este mismo sistema en el cerebro.
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