No se van a sorprender si les digo que no siempre comemos porque tengamos hambre. La ansiedad, el estrés, los antojos y un sinfín de otras cosas afecta nuestros hábitos alimenticios. Sabemos que a cierta hora se desayuna, a otra se almuerza y a otra se cena, y es por eso, en parte, que lo hacemos en ese orden. Hemos leído que hay que comer más en la mañana e ir disminuyendo la cantidad de calorías que consumimos a lo largo del día.
Entonces, podemos decir que pese a que comer es un acto instintivo, comer en la forma en que lo hacemos es, en realidad, cultural. Por lo mismo, no es tan difícil que la comida, o quienes manejan la industria alimenticia, jueguen con nuestro cerebro en más de una ocasión.
¿Creen que son inmunes a estos juegos mentales? Revisen a continuación, un listado que elaboró el sitio web The Atlantic, explicando las muchas maneras en las que la comida nos puede engañar.
1. Caemos con cualquier cosa que se catalogue como “saludable”
Muchas veces, pensamos que estamos comiendo muy sano, porque optamos por la versión saludable de comida chatarra ¿Papas fritas bajas en sodio? Las comemos sin preocupaciones, pues son una versión más saludable que la original. Pero recordemos que “más saludable” no significa “saludable”.
2. Creemos que porque algo sabe mal o cuesta comerlo, es mejor para nosotros
El medio cita un estudio en el que le dieron brownies duros y blandos a un grupo de gente. Cuando se les pedía comer en forma conciente, todos escogían los brownies duros, pero si les decían que comieran tranquilos, elegían los blandos ¿Por qué? Pues creemos que comiendo en forma menos agradable lo estamos haciendo mejor.
Por eso, muchos caemos en los excesos de frutas secas, barras de cereal u otros alimentos que, al percibirse como menos lujosos, se asume que son más sanos.
Pero la verdad es que una rica porción de plátano con una cucharada de mantequilla de maní sin sal, podría ser un mejor snack que los mencionados.
3. El ambiente en que comemos también nos engaña
Aunque no lo creas, muchas cadenas de comida rápida bajan la temperatura de sus locales a propósito, pues comemos más si sentimos frío.
Por otro lado, la luz de vela y las luces bajas no solo son románticas, sino que además nos hacen comer más porque nos sentimos más relajados. Lo mismo pasa con los ricos olores, los cuales están relacionados con la cantidad de bebida que consumimos en el cine.
4. Estar a dieta te engaña
Comer menos de lo habitual o seguir una dieta estricta, nos hará desear todo aquello que no podemos comer. Si lo principal de esa dieta es dejar el pan, por ejemplo, nos viene un deseo enorme por comer todo el pan que podamos encontrar.
Lo divertido es que, seguramente, el día antes de la dieta ni siquiera comiste pan, pero como no estaba prohibido, no tenías ganas de comerlo.
5. Incluso las ensaladas nos engañan
Todos nos sentimos muy saludables y bien portados cuando optamos por un plato de ensalada fresca y dejamos de lado la hamburguesa. Pero no servirá de mucho si esa ensalada está llena de crutones, aliños ultra elaborados, papas, palta en exceso y más.
Y a ti ¿cuántas veces te ha engañado la comida?
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