No ha sido un 2017 fácil. Lucho Jara lo sabe, por lo mismo define este periodo como “un año convulsionado”.
Es que no sólo enfrentó un problema de salud que le generó miedo e incertidumbre, al ser intervenido en sus cuerdas vocales, sino además críticas, muchas veces injustas, y trolleos masivos en redes sociales.
“Uno no puede levantarse pensando que las cosas te pasan porque hay alguien dispuesto a hacerte daño” es lo primero que comenta respecto al tema, agregando que “mi trabajo es de dominio público. La gente opina y la verdad es que yo pierdo el foco en lo que no es relevante, crezco, me fortalezco, no pierdo el eje”.
Pero, ¿cómo te tomas tanto comentario negativo?
Mira, escucho lo que hay que escuchar. Y la verdad es que no tengo nada que lamentar, soy un tipo muy bendecido en eso. Y al final, después siempre pienso ‘¿qué tan malo puede ser?’. Por eso, este año ha sido un año para el aprendizaje.
Incluso, algunos te criticaron por tu look, dijeron que querías parecerte a Gianluca Vacchi…
La diferencia es que el italiano tiene lucas y yo no. Soy del barrio de Avenida Matta no más, jajá. Mira, las canas son parte de mi experiencia. Y me gusta como me veo, me complace, me creo la raja. Y este look aporta a una etapa de mi vida en que no tengo que andar fingiendo que soy un gallo joven, sino que soy un tipo vigente, que es lo más importante.
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¿Hoy te aceptas tal cual eres?
Sí, yo no pretendo ser lo que no soy. Por mucho tiempo luché por aceptarme yo mismo. Y hoy en día estoy en un proceso de plenitud de esa aceptación y eso es algo que no es tan fácil en un país como el nuestro, donde tener personalidad o hacer esos procesos públicos no es bien mirado. La verdad es que yo he sido muy valiente en ese sentido, básicamente porque creo que lo primero que hay que aceptarse es como ser humano, y en ese camino está lo estético. Y ese proceso para mí ha sido importante, ha sido fuerte, lleno de matices y me encanta haberlo vivido y seguir viviéndolo también.
En algún minuto no te quisiste mucho entonces…
Claro. Yo era el patito feo, así lo sentí. Gordo, narigón, sin recursos, de familia pobre. Pero con ganas. Y todo lo que yo he construido se lo debo a mis ganas. A nada más.
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