Después de Nueva York, Londres y Milán, le tocó a París (del 28 de septiembre al 6 de octubre) presentar las colecciones del prêt-à-porter primavera-verano 2011. Fue una verdadera maratón de 91 desfiles en nueve días, donde, una vez más, la Ciudad Luz demostró que su reputación como centro internacional de la moda sigue intacta.
En esta edición, París acogió jóvenes creadores en popa, como los americanos Zac Posen o el dúo Proenza Schouler, quienes desfilaron por primera vez en la capital francesa. Fue también la ocasión para presentar algunos de los desfiles más esperados por el mundo fashion: Sarah Burton en su debut para Alexander McQueen (tras el suicidio de éste en febrero); Gilles Deacon para Ungaro, luego de la fallida experiencia con el duo Estrella Archs-Lindsay Lohan; Jean-Paul Gaultier para Hermès, en reemplazo de Christophe Lamaire. Hasta Pierre Cardin, a sus 88 años, volvió a los podios después de una larga ausencia.
Una vez más, Chanel se llevó los laureles con un impresionante show bajo el techo del Grand Palais, convertido para la ocasión en un jardín a la francesa en negro y blanco. Una orquesta en vivo y 2.800 invitados (entre los cuales estaban Claudia Schiffer y Kiera Knightley) fueron el marco para una sorpresa: Inés de la Fressange, magnífica a sus 53 años, cerró el desfile y así puso fin a una larga disputa con Karl Lagerfeld.
Si bien todos desfilaron bajo la denominación de prêt-à-porter, la multitud de propuestas tenía poco en común, desde clientelas diferentes hasta medios desiguales. Tras el desfile, algunos creadores -como Alber Elbaz (Lanvin) o Riccardo Tisci (Givenchy)- asomaron apenas las narices para saludar fugazmente al público, mientras otros, como Galliano y Lagerfeld, se pavoneaban como superestrellas. Hubo desfiles minimalistas y otros verdaderamente espectaculares. Los hay quienes imaginan su ropa en la calle, en las oficinas, en las reuniones, y aquellos que buscan los ¡ooh! y los ¡aah! a lo largo de la pasarela.
¿Puede hablarse de tendencias en este heterogéneo laberinto de creaciones y personalidades? ¿Hay un color, una prenda, un corte que dejarán su marca en la primavera y el verano 2011? Pues sí.
Es la temporada de los colores, de todos los colores, pero principalmente del blanco y del marfil. El belga Dries van Noten hace amplio uso de estos tonos en pantalones, trenchs, camiseros y vestidos. Hay blanco también en los vestidos de crepé de la colección de Hannah McGibbon para Chloé; en los drapeados con volados y broderí de Givenchy; en las impecables camisas de Víctor&Rolf y Hermès. La paleta de Chanel también está dominada por el blanco y, en menor medida, el negro, aunque también recurre a los pasteles y grises… La famosa chaqueta ícono de la marca reaparece en tweed blanco y negro, pero con agujeros.
Dries van Noten, Celine y John Galliano se han volcado decididamente por los pantalones anchos. En su colección, inspirada en el musical South Pacific, Dior los declina en forma de pantalones marineros con botones delanteros. Rochas, en pijamas de seda que evocan la tranquila elegancia sueca. Chloé, en talles bajos, muy años 70, combinados con tops bien ceñidos. Una tendencia a la que por cierto no se sumó Balmain, cuya colección punk y un poco trashy presentó una enorme variedad de pantalones a media pierna, ajustados, en colores, muchos de ellos personalizados con bordados y pedrería.
No hubo desfile en el que estuviera ausente el uso de las transparencias, de manera más o menos osada. Jean-Paul Gaultier, quien abrió su desfile con la cantante bien entrada en kilos Beth Ditto, mezcló alegremente jeans con muselina. Galliano ofreció pantalones de tul negro, un trench de organza y una chaqueta transparente salpicada de mariposas. Givenchy propuso capas negras transparentes sobre sus chaquetas leopardo y pantalones y minifaldas bajo una enagua traslúcida. Gilles Deacon (Ungaro) trabajó mucho muselina, encaje y broderí. Stefano Pilati, en su sexto año en Yves Saint Laurent, recreó el estilo del maestro con estrictas blusas de seda y enteritos que revelan una espalda desnuda.
Aparecen en todas las colecciones, en reemplazo de la minifalda. Las piernas fueron las grandes protagonistas. Chloé los insinuó bajo faldas de tul o muselina o un vestido abierto por delante. Gaultier y Balenciaga los hicieron en cuero; Sonia Rykiel, minimísimos y en malla tejida; Miyake, en algodón; combinados con chaquetas para la hora del cóctel en Valentino. Además, Chanel esta temporada no lleva falda, sino short.
Es la temporada del estampado, y salvo raras excepciones (Cardin, Celine), todos los diseñadores se plegaron a esta tradición. Dior, con vestidos años 50 en violeta, naranja, fucsia y amarillo, adornados con plumas y caracoles. Stella McCartney, en frescos estampados cítricos sobre el fondo blanco de sus faldas, tops, blazers y vestidos de noche hipersexis. Rochas presentó largos vestidos con estampados florales en tonos crema y azul, además de faldas con motivos folclóricos. Vivienne Westwood fue fiel al escocés y a las rayas verticales, mientras Chanel recurrió al tema de la camelia, flor oficial de la marca. Miu Miu rescató motivos florales art nouveau y Marc Jacobs plagó su muy kitsch colección para Louis Vuitton con jirafas, cebras y chinoiseries años 20. Antonio Marras homenajeó a Kenzo en sus 40 años como marca con un asombroso desfile y un sinfín de estampados en pasteles, terracotas, rojos y negros.
CUERO: En la colección inspirada en las pampas de Hermès; en el estilo punk/rock de Balmain, Balenciaga y Jean-Paul Gaultier; en los minivestidos superchic de Loewe.
LA CAMISA DE HOMBRE: Víctor&Rolf construyeron su colección alrededor de ella y Dries Van Noten la transformó en vestido.
LAS PLUMAS: En McQueen, Ungaro, Galliano y también en Chanel, donde aparecen en vestidos de noche y en los dobladillos y mangas de sus chaquetas agujereadas.
COLORES: Hay por lo menos un toque de naranja, rosa o rojo en cada colección.
PLISADOS: En faldas y vestidos de Lanvin, Miyake y McQueen.
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