Expertos detectan un aumento de matrimonios separados que siguen viviendo juntos

Por Biut y Agencias

Angélica (36) y Tomás (37) se conocieron en la universidad, cuando estudiaban Ingeniería. Se casaron hace 10 años, apenas él terminó la carrera. Pero las cosas no salieron como las calcularon. Se separaron hace tres años y pasaron a ser parte de las 50 mil parejas que se divorcia al año en Chile.

Pero su quiebre tuvo un matiz: vivieron más de dos años en la misma casa. Angélica y Tomás (nombres ficticios, como todos los de esta nota) engrosaron también la lista de chilenos que tras su separación siguen viviendo bajo el mismo techo, un fenómeno en franco aumento.

Por tratarse de un acuerdo fuera de la ley, no existen estadísticas oficiales de cuántos separados siguen viviendo juntos, pero expertos coinciden en afirmar que ha habido un incremento en el último año. Uno de ellos es el abogado Ricardo Viteri, director de la consultora separadosdechile.cl. Dice que un 12% de las 2.160 consultas que su oficina ha recibido en los últimos seis meses es de parejas separadas que siguen viviendo juntas.

Para Viteri, el fenómeno es nuevo, sencillamente porque de las 38 mil consultas que ha recibido en los seis años de existencia de la consultora, nunca se había topado con este tipo de casos. “Para nosotros es un hecho inédito e insólito que en Chile nunca había pasado”, asegura.

Mónica Jottar, especialista en asuntos de familia del estudio Jottar y Campodónico, concuerda en el aumento explosivo de estos casos en el último año y medio.

Los especialistas dicen que hay dos motivos principales que lleva a las parejas a separarse bajo esta modalidad: la falta de recursos económicos para mantener dos hogares y la preocupación por afectar a sus hijos.

Parejas jóvenes

La mayoría de los casos es de parejas jóvenes, entre 35 y 45 años, que no logran superar la primera década de matrimonio y se mueven en los sectores ABC1, C2 y C3. Tras el quiebre, siguen viviendo en la misma casa, pero en piezas separadas. “Son separaciones amistosas, sin infidelidad ni agresiones. Siguen vidas aparte, pero bajo el mismo techo”, detalla Viteri.

Jottar estima que las parejas más jóvenes alcanzan a vivir entre tres y siete meses en esta situación, mientras que las parejas mayores, sobre los 50 años, pueden prolongar el sistema por más de cinco años o incluso una década.

Durante el tiempo que vivieron juntos, Angélica y Tomás tenían un particular trato: podían salir con otras personas. “Acordamos que podíamos tener parejas, pero siempre fuera de la casa. Tampoco podíamos desaparecernos los fines de semana completos ni nos podían llamar a la casa”, confiesa Angélica, recalcando que por nada del mundo sus hijos podían darse cuenta de estas relaciones.

Si bien este modelo no está tan extendido, Mónica Jottar dice que lo ha visto en parejas que ha asesorado. “Conversan y se declaran en libertad de acción en ese sentido”, dice la abogada.

No alcanza

Raquel (42) y Jorge (45) llevan cuatro años separados, después de una relación de 15 años, pero ambos viven en un departamento de Santiago Centro. ¿El motivo? Comparten todos los gastos. “Pagamos el dividendo a medias; lo bueno es que este año terminamos de hacerlo”, dice Raquel. Son de las parejas que no pueden separarse por un tema económico. Viteri recalca que se trata, generalmente, de recién casados que piden juntos un crédito hipotecario, lo que consiguen sumando rentas. El problema viene cuando se separan, sacan cuentas y se percatan de que es imposible mantenerse solos y, además, corren el riesgo de perder la inversión en la propiedad.

Susana Ifland, terapeuta de parejas y directora de la Sociedad Chilena de Sicología Clínica, concuerda. Dice que estos casos son los que más se ven en su consulta.

La separación no sólo acarrea costos emocionales, sino también repercusiones en la calidad de vida, lo que determina que muchas parejas echen pie atrás. Viteri calcula que la separación representa una disminución de cerca de un 60% del presupuesto con el que el hombre estaba acostumbrado a vivir, por el costo de compensar económicamente a su ex mujer y pagarse un arriendo.

Para la mujer, en cambio, los costos son más sicológicos. Según Catalina Arteaga, socióloga de la U. de Chile, para ellas significa perder el capital social, las redes y amistades que venían de la mano de la ex pareja.

Los niños

Cristóbal (39) y Patricia (38) son una pareja de profesores, que tras 15 años de relación decidieron separarse en mayo pasado. Aún viven en la casa que compraron en Peñalolén. Todos saben de la situación: familiares, amigos y compañeros de trabajo, menos sus dos hijos ¿El motivo? “Aún no nos sentimos preparados para contarles”, reconoce Cristóbal. Como ellos, muchas parejas optan por seguir juntas para evitar el impacto emocional que causaría en sus hijos el alejamiento de uno de los padres. Pero Ifland no lo recomienda. “Los niños preguntan por qué no duermen en la misma cama y se forma una situación que no es aconsejable”, dice .

Esto lleva a que algunas veces uno de los miembros de la pareja manipule la situación, buscando, a través de la excusa de no separar la familia, manteniendo la relación con todos los beneficios que esta conlleva.

Isabel Salinas, sicóloga de la U. Diego Portales, destaca este punto, detallando que “muchas veces uno de los miembros de la pareja no tiene las mismas motivaciones para terminar la relación y manipula la situación con un afán retributivo o para mantener sus privilegios”.

Ifland, coincidiendo con todos los expertos, dice que sólo recomienda este formato de separación en parejas que terminan con un entendimiento muy cordial, pero que la situación está lejos de ser una buena alternativa, ya que “se produce un ambiente tóxico en el hogar para todos”.

Cristóbal lo sabe. “Apenas pueda irme lo haré. Es una solución que no se la deseo a nadie”.

 

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