¿Se imagina que, a horas de nacer su hijo, el médico pudiera informarle no sólo su talla y peso, sino también su riesgo de desarrollar ciertas enfermedades en la adultez? ¿Y así, prevenir su aparición? Un reciente estudio de la UC, apoyado por Fondecyt, podría hacerlo realidad el sueño de miles de parejas, de adelantarse a posibles patologías de sus hijos a lo largo de su vida.
Con el objetivo de descifrar la información clave que contiene la placenta -y que puede impactar en la salud de un ser humano, hasta en su vida adulta- la doctora Paola Casanello, investigadora de la División de Obstetricia y Ginecología de la UC, junto a un equipo de investigadores, iniciaron una serie de estudios inéditos en su tipo. El último de ellos acaba de recibir la aprobación de Fondecyt y comenzará en marzo.
Sus resultados, realmente asombrosos. La doctora Casanello, señala que “La placenta es como la caja negra del embarazo; puede dar mucha información de lo que ocurrió durante la gestación e, incluso, ayudarnos a determinar si un niño tendrá mayor riesgo de desarrollar ciertas enfermedades. Pese a ello, hasta ahora se la ha estudiado poco. Después del parto ¡se suele botar a la basura!”.
PLACENTA_un órgano vital
En la medida que la placenta se forma adecuadamente, el feto puede crecer bien, pues recibe los nutrientes y oxígeno que requiere a través del flujo sanguíneo. De no ser asçi, la especialista señala que “cuando hay una disfunción placentaria, el niño deja de crecer o lo hace más lentamente”, explica esta especialista. Lo peor es que, muchas veces, esta situación no sólo afecta su peso y talla al nacer, sino que tiene secuelas a largo plazo:
“El feto en el útero es capaz de adaptarse a la deprivación de oxígeno y nutrientes, redistribuyéndolos hacia los órganos principales, como el cerebro y corazón, pero lo hace a expensas de otros, como el hígado, intestino, pulmones y huesos, que reciben un flujo mucho menor. Hoy se sabe que eso que genera un daño importante, que hace que estos niños estén más predispuestos a ciertas enfermedades, comparados con los que nacieron con peso normal”, explica la doctora Casanello.
Estudios del doctor Francisco Mardones -Profesor de la Escuela de Medicina UC y colaborador del equipo investigador- demostraron que niños que tuvieron bajo peso al nacer, a los 10 años de edad mostraron mayores índices de obesidad, hipertensión y resistencia a la insulina.
Esta predisposición de los bebés de bajo peso al nacer para desarrollar patologías vasculares en la vida de adulta se conoce como “Programación fetal de las enfermedades del adulto”. Y según estudios, tendría su origen en la restricción de oxígeno y nutrientes sufrida durante la gestación. “La placenta es un tejido vascular que contiene información genética del feto y que nos puede dar información clave de cómo fue su adaptación a la vida intrauterina. Es por esta razón que la hemos elegido como material de estudio”, indica.
Marcadores placentarios
En este último trabajo los investigadores intentarán conocer los mecanismos precisos por los que un niño de bajo peso al nacer tiene más riesgo de desarrollar estas enfermedades vasculares. También se incluyó a bebés macrosómicos, es decir, quienes pesan más de 4 kilos al nacer, que tienen el mismo riesgo.
“Hemos descartado que se trate de factores genéticos; no es que la madre le herede esta condición a su hijo a través de su ADN. En cambio, sí sospechamos de modificaciones químicas (epigenéticas) que ocurren en el ADN durante la gestación y que ocasionarían la disfunción placentaria. Es lo que queremos comprobar en este estudio”, indica.
Encontrar en la placenta marcadores precisos, que permitan identificar qué niños tienen predisposición a desarrollar estas patologías, sería un gran avance, pues permitiría hacer un trabajo de prevención.
Las madres de niños que nacen pequeños suelen sobrealimentarlos para que alcancen rápidamente el peso y la talla de uno normal, y con eso sólo logran empeorar esta condición. Si se conocieran previamente estos antecedentes -a partir de los datos extraídos de la placenta- podríamos orientarlas, para que el aumento de peso del niño fuera acotado, evitando el riesgo de que esas enfermedades se manifiesten”, finaliza la investigadora.
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