Esa noción, al parecer, está totalmente equivocada.
Un nuevo estudio descubrió que la mejor forma de perder peso es, en efecto, imaginarse que devoramos cantidades de nuestro alimento favorito.
La investigación -publicada en la revista Science- encontró que las imágenes mentales de comer alimentos que nos engordan en realidad provocan una reducción en nuestro consumo real.
Los científicos de la Universidad Carnegie Mellon, en Estados Unidos, llevaron a cabo varios experimentos en los que se pidió a los participantes que se imaginaran a sí mismos consumiendo grandes cantidades de un alimento, como chocolate o queso.
A otro grupo de voluntarios se les pidió que se imaginaran que comían muy poca cantidad de esos alimentos, más cantidad de otro tipo de alimentos o que pensaran en algo totalmente distinto.
Imaginar que se come chocolate reduce el ansia del consumo real, dice el estudio.
Al final de cada una de esas tareas de visualización, los investigadores dieron a los participantes un plato repleto de dulces, chocolate, o queso y les dijeron que comieran lo que deseaban.
Descubrieron que los que habían imaginado comerse grandes cantidades de chocolate o queso en realidad consumieron mucho menos que los otros participantes.
Habituación
Según los científicos, estos resultados demuestran que las imágenes mentales tienen un impacto en una complicada maquinaria cerebral que afecta nuestras emociones, conductas de respuesta y conductas motoras.
Se trata de una respuesta a los estímulos conocida como ‘habituación’.
“Estos resultados revelan que tratar de suprimir nuestros pensamientos de un alimento deseado para poder disminuir el ansia que sentimos por ese producto es una estrategia equivocada” señala el profesor Carey Morewedge, quien dirigió el estudio.
Nuestros resultados muestran que la habituación no sólo está gobernada por las aportaciones sensoriales de la vista, olfato, sonido y tacto, sino también por cómo se representan en la mente las experiencias de consumo, Prof. Joachim Vosgerau.
Los científicos encontraron un vínculo entre el número de veces que se imagine el consumo de un alimento y la reducción en el consumo real.
Es decir, entre más veces se imagine el consumo de ese alimento, aunque sean cantidades pequeñas, más reducida será el ansia por ese alimento y el consumo real.
En los experimentos con los voluntarios los científicos encontraron que la habituación -la reducción gradual en el ansia de comer más- sólo ocurrió cuando los participantes se imaginaban a sí mismos comiendo el alimento, y no cuando sólo pensaban en ese producto.
Pensar en otro producto tampoco tuvo un impacto en reducir el ansia por comer, por ejemplo, chocolate.
“La habituación es uno de los procesos fundamentales que determinan cuánto consumimos de un producto o alimento, cuándo debemos dejar de consumirlo y cuándo debemos cambiar a otro producto” explica Joachim Vosgerau, quien también participó en la investigación.
“Nuestros resultados muestran que la habituación no sólo está gobernada por las aportaciones sensoriales de la vista, olfato, sonido y tacto, sino también por cómo se representan en la mente las experiencias de consumo”.
Según el investigador, en ocasiones la sola imaginación de la experiencia puede ser un sustituto de la experiencia real.
“La diferencia entre imaginación y experimentación podría ser mucho más pequeña de lo que pensamos previamente” señala el investigador.
Los científicos creen que el estudio podría tener implicaciones importantes en el desarrollo de estrategias para reducir adicciones, por ejemplo, o para cambiar conductas de riesgo, como el tabaquismo.
“Creemos que este hallazgo nos ayudará a desarrollar futuras estrategias para reducir en ansia de cosas como los alimentos no sanos, las drogas o los cigarrillos” dice el profesor Morewedge.
“Y esperamos que nos ayude a entender mejor la forma de ayudar a la gente a llevar a cabo elecciones más sanas de alimentación”.
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