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Niños eternos: Qué pasa cuando un adulto no quiere madurar

Llegar a la mayoría de edad no implica en todos los casos alcanzar la madurez psicológica. Aquí te contamos cómo reconocer a un adulto-niño, y qué hacer para que supere la infancia.

Por Andrea Hartung / @jartung

No todos los adultos actúan con madurez. Muchos, mantienen rasgos típicos de niños, o sea “no se han cargo de lo que les ocurre a los demás con su actuar”, o “no asumen sus responsabilidades adecuadamente”, ni “pueden comprometerse con otros”.

Así lo explica la secretaria de Estudios de la Escuela de Psicología Visión Humanista Transpersonal de la Universidad del Pacífico, María Ester Buzzoni, quien además nos explicó que “todas las personas conservamos algunos aspectos infantiles, todos funcionamos un poco a partir de la infancia temprana, de modos más o menos conscientes”.

Pero, nos cuenta la especialista, muchas veces estos rasgos infantiles se vuelven más serios y afectan nuestras relaciones sociales. “Las personalidades infantiles tienen diversas manifestaciones, pero están marcadas principalmente por una importante dificultad para asumir responsabilidades y hacerse cargo de tareas propias de la adultez”.

Buzzoni nos cuenta que existe un mal denominado Síndrome de Peter Pan, que alude a “hombres que tienen dificultades de comprometerse y que buscan relaciones con personas más jóvenes como una forma de alargar la juventud”. “También hay mujeres que conservan funcionamientos muy infantiles, aunque no se hable mucho de ello”, añade.

¿Quién se culpable de que un adulto se niegue a madurar?

María Ester Buzzoni (MEB): “Es difícil hablar de culpables: más bien, se podría pensar que los seres humanos podemos tener historias que nos han hecho difícil el afrontamiento de ciertas experiencias. Las experiencias traumáticas en la infancia tienden a repetirse en la adultez, así como los conflictos de los padres con sus propias tareas de adultos: los hijos pueden tener conflictos en su vida adulta como producto de la identificación con experiencias difíciles de los padres.

“Por otra parte, puede haber estilos de crianza que infundan miedo o inseguridad en los hijos frente a ciertos desafíos de la vida. Los padres pueden tender a proteger mucho a los hijos y no dejarlos vivir experiencias de confianza en sus propios recursos para afrontar la vida. Por otra parte, los padres pueden también desprotegerlos mucho, exponiéndolos a experiencias que los superan emocionalmente, de modo que se instale una experiencia traumática que los deje sin recursos para confiar en sí mismos. Tales experiencias pueden tener que ver con la violencia entre los padres, el abuso sexual, u otras experiencias que se instalen como traumáticas para un niño”.

¿Es posible tener una relación madura con un adulto que se niega a comportarse como tal?

MEB: “Habitualmente, las personas tendemos a asociarnos en relaciones de pareja o de amistad profunda, con otros que enfrentan conflictos similares. Es decir, inconscientemente, tendemos a buscar personas que comparten en algún nivel los mismos grados de diferenciación y de desarrollo que nosotros. Por lo tanto, cuando estamos en una relación con una persona que tiene dificultades para crecer en un aspecto muy fundamental, podemos darnos cuenta de una diferencia importante y dejar esa relación o podemos permanecer de un modo más inconsciente, porque algo de nosotros está implicado en esa dificultad. Si deseamos quedarnos a compartir la vida con él o ella, es importante pensar en qué sentido ese conflicto se asocia con nuestras propias dificultades”.

¿Cómo puede un eterno niño salir de este estado y madurar?

MEB: “Siempre se puede crecer y aprender. Las experiencias de la vida siempre son una buena oportunidad para hacer un nuevo intento de crecer. Sin embargo, cuando una persona se da cuenta de que por más que lo intente, no logra superar sus dificultades, existen las experiencias terapéuticas, que pueden permitir sobrepasar con la ayuda de otro, esas dificultades.

“También es posible pensar que una pareja puede ser en sí misma una experiencia de cambio”.

¿Cómo se puede prevenir que un hijo se convierta en un eterno niño?

MEB: “Es difícil asegurar qué prácticas van a resultar con todos los niños, ya que todas las familias son distintas y los niños tienen diferentes modos de aproximarse a la experiencia de la vida. Sin embargo, conviene observar cómo somos como modelos de adultos, y sobre todo, cómo presentamos a los niños los desafíos de la vida: conviene alentarlos y entusiasmarlos en lugar de asustarlos“.

¿Cuál es el rol de los padres en que un hijo se comporte con madurez y no se convierta en un eterno niño?

MEB: “Siempre es importante acompañar a los hijos en sus tareas vitales, estar pendiente de sus dificultades para poder acompañarlos y alentarlos. Asimismo, hasta terminada la tarea de acceso a la adultez, una vez que los hijos terminan su educación, la función de los padres es ayudar a los hijos a buscar los medios para superar sus dificultades“.

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