Si se trata de hablar de amigos y sexualidad, la fórmula que más funciona al interior de las familias es la conversación entre progenitores e hijos del mismo sexo. Pero cuando se trata de controlar a los hijos en conductas impulsivas, como consumo de alcohol, drogas o peleas, la fórmula adecuada es la inversa, revela un estudio presentado en EE.UU. por la U. de Baylor.
La investigación demuestra que la eficiencia del control de los padres no es vinculable con un estilo de crianza (sea autoritario, consensuado o liberal), sino más bien con el hecho de que lo ejerza el progenitor del sexo opuesto. La razón: sienten mayor interés por conocer sobre actividades y vida social de sus hijos del sexo contario, interés que termina generando la construcción de una relación de vigilancia parental positiva y efectiva.
Un mayor conocimiento de vida social y de actividades de los hijos del sexo contrario fue clave en crear un vínculo positivo y efectivo.
“Los padres del sexo opuesto suelen tener mayor conocimiento de las actividades, vida social y planes de sus hijos, lo que se vincula con una menor cantidad de comportamientos impulsivos y, por lo tanto, menos problemas relacionados con el alcohol, por ejemplo”, dice a La Tercera Julie Patock-Peckham, uno de los autores del estudio, que analizó las relaciones parentales de 581 estudiantes de las universidades de Ciencia y Tecnología de Missouri y de San Diego State.
En busca de aprobación
La terapeuta de parejas Susana Iftland dice que tras este mejor control cruzado puede estar la admiración que suelen tener los hijos por sus padres de sexo opuesto y, por ende, la necesidad de sentir su aprobación. “En el caso de las niñitas es muy importante la aprobación del padre. Los papás tienden a regalonearlas y ellas sienten admiración hacia ellos. La autoestima crece y les da confianza para enfrentarse al sexo opuesto en la adultez. Esto se replica en la relación madre-hijo”, dice.
Un vínculo que comenzaría a desarrollarse durante la niñez y que ya en la adolescencia se expresaría en determinados temas de conversación. Como dice Alejandro Maturana, siquiatra de la Clínica Las Condes, “la intervención cruzada puede ser eficiente, porque les permite a los hijos negociar más fácilmente con el padre del sexo opuesto, especialmente en temas de violencia o alcohol”.
Distintos estilos
La investigación también separó a los padres en tres tipos: autoritarios (vinculados con las reglas, la obediencia y la ausencia de discusión), los consensuados (que establecen reglas claras y orden, pero en un ambiente abierto al diálogo) y los permisivos (los que se muestran más cercanos a un amigo que a un padre).
581 Son los jóvenes universitarios con los que se hizo la investigación.
La conclusión fue categórica: si bien el estilo de crianza consensuado es el mejor a seguir -pues los jóvenes necesitan reglas, pero también deben y tienen la necesidad de sentirse escuchados, para que ambas partes sean conscientes de lo que está pasando en sus vidas-, la fórmula más exitosa fue el modelo cruzado. De paso, la investigadora echa por tierra un mito: la crianza autoritaria no es necesariamente perjudicial. “Este estilo de crianza no está relacionado con una mayor eficiencia en la supervisión de los hijos, aunque en nuestro estudio tampoco se vieron desventajas vinculados a este estilo de crianza”.
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