El estudio, presentado esta semana en Buenos Aires, da cuenta además de que en Chile y Uruguay el 20 de las mujeres con VIH, o sea 1 de cada cinco, fue esterilizada en un hospital público sin su consentimiento.
“Dos caras de una misma realidad: Violencia hacia las mujeres y VIH/SIDA en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay”, es un informe coordinado por la Fundación para el Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), que demuestra que la violencia de género aumenta su vulnerabilidad al VIH.
FEIM trabajó con Gestos (Brasil), Educación Popular y Salud EPES (Chile) y Mujer y Salud MySU (Uruguay), con el apoyo del Fondo de Desarrollo de Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM).
En cada uno de los cuatro países se entrevistaron a 100 mujeres que conviven con el virus del Sida y que reciben atención en el sistema de salud pública, lo cual visibilizó un aspecto dentro de la extendida “naturalización” de la violencia de género en la región.
También se hizo un relevamiento de leyes, estadísticas, investigaciones y políticas existentes. En Argentina y Brasil no hay registros únicos de datos de la violencia, mientras que en Chile y Uruguay tienen registros más detallados, pese a que en el caso chileno es sólo de cuatro regiones del país.
El primer dato contundente es que el 78% de las encuestadas sufrió algún tipo de violencia, de las cuales el 32.8% fue violada en la niñez, el 36,3% fue forzada a tener sexo en algún momento de su vida y la mitad de los agresores son parejas o ex parejas.
“Se trata de la primera investigación cualitativa y cuantitativa sobre el impacto en la salud de la violencia” de género y que rescata “historias de vida”, destacó Luz Aquilante, de UNIFEM.
“Sabíamos que el problema nos atravesaba pero no teníamos idea de que era tan alta la relación de violencia y VIH, que es una constante en la región”, dijo Marcela Alsina, del Movimiento Latinoamericano y del Caribe de Mujeres Positivas.
Hasta hoy no existía nexo entre el virus y la violencia, incluso muchas de ellas ocultaban su experiencias pasadas, pero desde la redes de mujeres que convien con el SIDA, se revelaron los años de batalla por los que muchas pasaron para acceder a tratamientos y medicamentos para no morir en el camino.
“El tema de la violencia surgió en la discusión como algo habitual, no se registraba al maltrato psicológico como tal -gritos e insultos del marido- y que, mirando hacia atrás, se repetía en las generaciones anteriores”, agregó.
Más allá de las diferencias culturales, en América Latina y el Caribe las mujeres afrontan “la misma historia, los mismos miedos, las mismas dependencias, económicas o afectivas”, destacó Alsina.
Para Rubén Mayorga, de ONUSIDA, si bien la violencia de género y el SIDA no son “causa y efecto”, la primera es un “contribuyente, con una frecuencia bastante alta de lo que se ve en otras mujeres”.
Desde las políticas de los estados, Mayorga destacó a ANSA la importancia de la “prevención universal, ya que toda mujer con VIH puede tener descendencia, y los medicamentos que ahora hacen que la frecuencia de la infección del bebé sea casi nula, de modo de crear una familia y vivir como gente normal”.
Además de la violencia en sus múltiples formas sufridas en la niñez y/o luego parte de parejas, las mujeres entrevistadas enfrentaron la desinformación frente al virus y sobre prevención y el maltrato institucional.
En general, no dijeron haber tenido dificultades para acceder al tratamiento u otros servicios del VIH/SIDA, pero en algunos casos el maltrato y mala atención en un centro de salud determino el abandono del tratamiento.
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